La escuela que queremos
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- 20 abr 2016
- 2 Min. de lectura
Por Instituto San Francisco de Borja
¿Quién decide cómo debe ser una escuela? A lo largo de la historia, desde distintas disciplinas y áreas del quehacer humano, se fueron forjando los rasgos físicos que hoy nos permiten distinguir una escuela de cualquier otro edificio: la entrada, el mástil, las aulas, el pizarrón, los bancos. También se consolidaron muchísimas acciones que, más allá de sus objetivos específicos, se vinculan con el uso de esos espacios: ir a la bandera, salir al recreo, pasar al frente, formar fila, subir al escenario, reunirse en grupos.
Pedagogos, arquitectos, políticos, higienistas y religiosos soñaron, pensaron o prescribieron las condiciones que debía cumplir el espacio destinado a la enseñanza "en conjunto".
En la actualidad, es impensable que en esa definición no intervengan los principales involucrados, es decir, quienes habitan la escuela. Por ejemplo, en un mismo establecimiento conviven a veces unidades educativas que corresponden a distintos niveles del sistema, lo que implica compartir lugares y recursos: "los de la tarde" tienen una cartelera que hicieron "los de la mañana", los jóvenes de una escuela vespertina utilizan un aula decorada con cartelones del abecedario, los más chiquitos toleran desórdenes que hacen los más grandes... Los docentes, los alumnos y las familias tienen seguramente mucho para decir, mucho para decidir juntos acerca de cómo debe ser un lugar que estimule la enseñanza y el aprendizaje.
Trabajar para que todos tengan iguales oportunidades de dar y de tomar sus clases en ámbitos apropiados es, también, trabajar en favor de la equidad. Aun frente a una realidad de recursos siempre escasos, es posible, en mayor medida de lo que a menudo creemos, una construcción colectiva que redefina y resguarde el espacio escolar. Se trata de abrir las puertas al diálogo con alumnos y alumnas, con las familias, entre docentes y directivos; animarse a bosquejar el espacio de la escuela que se necesita, la escuela deseada; reinventar, en cada lugar, una escuela para querer, una escuela más cercana a las demandas y a los sueños
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